Podemos decir, con mucho orgullo, que somos la quinta generación al frente de la empresa familiar después de más de cien años de tradición vinagrera. Somos Judit y Marta, dos hermanas apasionadas por lo que hacemos y orgullosas de lo que nuestra familia ha logrado.
Nos sentimos profundamente conectadas con nuestras raíces familiares y con el legado que nos han dejado las generaciones anteriores. Hoy, en este Día Internacional de la Mujer, queremos destacar nuestra profunda admiración a las mujeres que han estado presentes a lo largo de la historia del negocio familiar, mujeres que aunque no ocuparan el primer plano del negocio, sostuvieron ese trabajo invisible que era imprescindible para que Badia Vinagres funcionara.
Queremos empezar hablando de nuestra historia más reciente, de nuestra madre, Ester Costa, una mujer con mucha energía que se dedicó en cuerpo y alma a nuestra crianza y a las tareas del hogar, a sacar adelante su propio negocio y que además, ha sido y es, un apoyo importante en Badia Vinagres. No podemos olvidar a la tía Maite, quien también trabajaba en la empresa familiar y se ganó el cariño de todo el pueblo con ese carácter tan especial.
Si hablamos de la abuela, no podemos evitar emocionarnos. Anna Mª Martí crió cuatro hijos, entre ellos nuestro padre, Agustí Badia. Era un pilar, sostenía la familia encargándose de todas las tareas que conlleva un hogar y la crianza. Hablando de la tercera generación, no podemos olvidar a nuestra tía abuela Mundeta, quien además de tener un negocio propio y dedicarse a las tareas del hogar, las dos se dedicaron a la empresa familiar siempre que se necesitaba su apoyo.
Nuestra bisabuela, Treseta Carrera, sostuvo una familia de seis hijos, cuidó de sus padres hasta el último momento, se encargaba de todas las tareas de un hogar de la época, hacía labores y todavía organizaba el negocio familiar. Retrocediendo en el tiempo, nos damos más que nunca cuenta de la importancia de las mujeres en todos los casos de éxito en los que la cara visible era y es masculina. Todas ellas han sido imprescindibles para que Badia Vinagres, como tantas otras empresas familiares, se mantuvieran vivas. Si hablamos de la segunda generación de mujeres de Badia Vinagres, tenemos que nombrar a Maria Polo, una abuela para nosotras. Ella realizaba tareas de apoyo y mantenimiento en la vinagrera y ayudaba en las labores del hogar.
Viajando a los inicios de este proyecto familiar nos encontramos con nuestra tatarabuela, Anna Vilà, una figura imprescindible en la puesta en marcha de la empresa. A principios del siglo XX no debía ser fácil empezar un negocio y menos siendo mujer, dedicarse plenamente a los cuidados familiares y trabajar en la empresa familiar.